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Vida en Comunidad, Como Crecer en Amor y Unidad

 

            La vida en comunidad presenta grandes bendiciones; pero también grandes retos. Me remonto a mi juventud cuando viví por dos años con una congregación de misioneras, buscando ser una de ellas. Recuerdo el calor humano, el compañerismo, la presencia de Dios en medio de la oración y de la vida en comunidad en general. Pero también recuerdo lo difícil de convivir con hermanas que pensaban diferente, o que simplemente no nos caíamos bien.

            Mi vocación en la Congregación no maduró, quizás porque a mis 17 años no estaba segura todavía de lo que buscaba. Sin embargo, la semilla que no llegó a crecer entonces,  ha madurado y crecido en otros pastos. La búsqueda por la vida en comunidad sigue latente. Mientras más avanzo en los caminos del Señor, más me convenzo de la necesidad de una comunidad que nos acompañe en nuestro caminar por la vida

            Cada ser humano ansía tener compañía. No es casualidad que la gente busque integrarse a organizaciones, malas o buenas; o que los jóvenes se integren a pandillas. Tampoco es casualidad que muchos hermanos se integren a iglesias que son primariamente comunitarias. 

            Nuestra Iglesia Católica nos ofrece la participación en muchos grupos. Aquí encontramos los grupos de oración, donde se pueden formar verdaderas comunidades de amor y .apoyo. Un grupo de hermanos, enraizados en Jesús, son la mejor compañía que podemos tener para llegar a la meta.

            La pregunta para todos es: ¿cómo nos mantenemos dentro de un grupo, especialmente cuando surgen las dificultades? Se puede llegar a sufrir traiciones, celos, envidias. En primer lugar, nos ayuda recordar que esto es normal porque llevamos la carne dentro de nosotros. Hasta San Pablo dice en Romanos 7,19: "No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero."

            Jesús, que sabe nuestra debilidad, nos sale al rescate y nos  da la respuesta en Juan 15,4: "Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes.". Él jamás nos abandonará ni nos decepcionará. Es preciso mantener los ojos fijos en Cristo, dejándose bañar por Su Amor y por el fuego de Su Espíritu Santo. Él nos ayudará a ser pacientes, comprensivos. y humildes. Una actitud de bendición para todos y oración por todos, dando gracias y alabando al Señor por ellos, es la mejor receta para sanarnos y cumplir el mandato del Señor de amarnos unos a otros.

            ¿Cómo pueden los pastores o líderes de grupo ayudar a mantener las buenas relaciones y conservar el grupo en amor y unidad? Ah, ese es el gran reto que tienen los dirigentes. Estudiemos y analicemos lo que hizo Jesús. Él siguió varios pasos:

1) Se retiraba a orar a solas con su Padre. De aquí sacaba la fuerza necesaria para continuar la misión.

2) Aceptó y amó a sus discípulos cómo eran.

3) Los instruía a solas, dándoles atención individual después de haber predicado a las multitudes.

4) Los reprendía si era necesario.

5) Día a día nutrió la relación con cada uno de ellos; y entre ellos.

6) Los amó hasta el final Cuando las comunidades son grandes, el reto es más difícil. Aprenderse los nombres de cada ovejita que asiste al grupo es un desafío para cada coordinador o servidor. Sin embargo, es muy reconfortante para una persona escuchar ser llamada por su nombre. Por eso, éste es el primer principio y regla que toda comunidad debe seguir, si quieren romper el hielo y empezar a nutrirse en oración, amor y diálogo. Formar a otros colaboradores o servidores que ayuden en el pastoreo es también muy importante en todas las comunidades. 

            Orando y escuchando la voz del Señor, aprenderemos mejor a vivir en comunidad.

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