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El Espíritu Santo en Jesús‬

A diferencia del Antiguo Testamento, el Nuevo proporciona una mayor cantidad de citaciones al Espíritu Santo, lo cual provee una Pneumatología mas estructurada. Debido a que el propósito de estos artículos no es desarrollar un estudio del Espíritu Santo a través de las Sagradas Escrituras, me concentraré sólo en algunos conceptos, que lógicamente no agotaran la riqueza de la Pneumatología en el Nuevo Testamento. De manera particular profundizaré en esta sección en como el Espíritu guió a Jesús en toda su vida terrenal.

Como vimos anteriormente el Espíritu Santo ha estado actuando en toda la historia de la salvación, sin embargo con la venida de Jesús se da el cumplimiento a muchas de las promesas del Antiguo Testamento. Es por obra del Espíritu Santo según lo afirma el evangelista Mateo (1:18) que María concibe a Jesús, pero desde el momento del bautismo en El notamos un nuevo derramamiento del Divino Espíritu y el cumplimiento de muchas de las promesas de la antigüedad, tal como lo expresa Congar: “El evangelio, es decir, la comunicación a los hombres del hecho de que las promesas de salvación de Dios se cumplen en Jesús de Nazaret, comienzan con la llamada de Juan a la conversión y con el bautismo de Jesús. Aquí coloca Marcos el comienzo de la Buena Nueva. Es el comienzo de ese tiempo escatológico caracterizado por la donación del Espíritu sobre un pueblo de Dios con vocación universal. En su bautismo por Juan, Jesús es designado y consagrado como aquel por cuya palabra, sacrificio y acción del Espíritu entra en nuestra historia como don mesiánico”.[1] 

Toda la vida pública de Jesús estuvo siempre guiada por el Espíritu Santo, como Carrillo Alday lo expresa: “Jesús esta a la disposición del Espíritu Santo que lo llena. Al instar del Espíritu, Jesús deja el Jordán y bajo su continua guía pasa cuarenta días en el desierto. La constante acción del Espíritu sobre Jesús es expresada en la forma pasiva “fue llevado” empleada por el evangelista Lucas”.[2] Es así que con el poder del Espíritu Santo va a Galilea y enseña en las sinagogas (Lc. 4:14-15). Luego en la Sinagoga de Nazaret afirma que el Espíritu del Señor se le ha sido dado (Lc. 4:16-22). Además Jesús se regocija en el Espíritu Santo (Lc. 10:21).

Finalmente Lucas, tanto en el evangelio como en el libro de Hechos, muestra la acción poderosa del Espíritu en Jesús que lo guió siempre en las dos líneas principales de su ministerio público, es decir, en su enseñanza y sanaciones. “Lucas no hace distinciones arbitrarais entre las palabras “poder” (δύναμις) y “Espíritu” (πνευμα) siempre que se refiere a milagros. Por el contario, los dos textos fundamentales donde Lucas asocia “poder” con “Espíritu” en Lc. 4:14 y Hch. 10:38 soportan la conexión de la victoria de Jesús sobre el demonio por la Palabra de Dios, conduciendo a ambos milagro y enseñanza”.[3]

Al igual que Jesús, abrámonos a la acción amorosa del Espíritu Santo y dejemos que el poder del Divino Espíritu conduzca toda nuestra vida para vivir en el gozo de Dios desde ahora y por toda una eternidad.

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