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El Ministerio de Predicación‬

Todos los ministerios que ejercemos en nuestro servicio al Señor son importantes. Sin embargo, hay algunos que requieren un cuidado especial como lo es el ministerio público de la Predicación de la Palabra.

Vamos a asumir que el Señor nos ha llamado y nos ha dado el don para ejercer este ministerio. Los buenos frutos serán la mejor medida para confirmar éste llamado. En muchos casos no se ven estos buenos frutos por las siguientes razones:

1)      No hemos reconocido la diferencia entre el don de Predica y el don de Enseñar. ¿Que nos dice la Biblia al respecto? “Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y anunciar el mensaje en los pueblos de aquella región”. (Mt.11:1). También dice: “Y él mismo concedió a unos ser apóstoles y a otros profetas, a otros anunciar el evangelio y a otros ser pastores y maestros”. (Ef. 4:11). La predicación evangelística va dirigida al corazón para la conversión, mientras que la enseñanza va dirigida a la mente para el crecimiento espiritual del que escucha. No ministremos con los dones que el Señor no nos ha dado.

2)      No estamos respaldando el mensaje con un buen testimonio de vida, perdiendo así la autoridad  para hablar.

3)      No somos hombres y mujeres de oración, y humildes para escuchar la voz de Dios. Se ha dicho con mucha razón: “nadie puede hablar a los hombres de Dios, si antes no le ha hablado a Dios de los hombres”.

4)      No nos hemos sometido en obediencia a nuestros superiores y líderes de la Iglesia.

5)      No estamos leyendo y estudiando la Biblia y otros libros para ensanchar nuestros conocimientos.

6)      No estamos predicando un mensaje de fe y victoria, sino un mensaje de dudas y derrotas.

7)      Estamos condenando al pecador en vez de al pecado.

8)      Estamos llenando nuestros mensajes con chistes y comentarios mundanos.

9)      Estamos alabando a nuestros hermanos en Cristo por los dones que el Señor les ha dado. Los dones siguen siendo del Señor, y toda la Gloria es para él.

10)  Estamos adulterando el mensaje de Dios, acomodándolo para qué el pueblo escuche lo que le gusta oír, en vez de lo que Dios quiere decirles.

11)  Estamos cobrando por predicar. Si nos dan una ofrenda la recibimos, y si no nos dan nada demos gracias a Dios también, pues ya el Señor nos ha recompensado.

12)  Estamos cayendo en el hábito de mentir o exagerar durante la predicación.

      El enemigo de las almas va a atacar incansablemente a los que predican la Palabra de Dios. No temas, pues El mismo que nos llamó, nos guardará y nos dará fuerzas para resistir. Cumplamos fielmente nuestro llamado, “El que los llama es fiel, y cumplirá todo esto”. (1 Ts. 5:24).               

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